Seguro que te has dado cuenta de que hay vinos que se sirven bien fríos y que, incluso en los restaurantes, te sacan una cubitera cuando te ofrecen la botella y otros que, sin embargo, se toman a temperatura ambiente. Esto no es por capricho, sino porque cada tipo de vino tiene que servirse a una temperatura concreta.
Por eso, si te preguntas cómo servir vino tinto, lo primero que tienes que saber es que el vino ha de estar a una temperatura de entre 12 y 14 grados si se trata de un tinto joven; de entre 14 y 17 si se trata de un Crianza o vino de autor y de entre 16 y 18 si se trata de un Reserva o Gran Reserva.
Por el contrario, si lo que quieres es saber cómo servir vino blanco, la temperatura ideal que deberá tener dicho vino oscilará entre 10 y 12 grados si es un blanco Crianza y entre 7 y 10 si es un blanco joven como nuestro Sauvignon Blanc.
Por último, los vinos dulces se sirven a una temperatura de entre 10 y 12 grados y los rosados, entre 7 y 10 grados.
Otro punto importante y que no siempre se hace bien es el descorche. Para extraer el corcho hay diferentes métodos, siendo el del sacacorchos el más habitual. Si lo vas a hacer así, ten en cuenta que, a la hora de introducirlo en el corcho, lo pongas bien en el centro, de manera que no se rompa.
Además, es importante que no se manipule mucho la botella. Colócala sobre la mesa y que lo que gire sea el sacacorchos, no la botella. El sacacorchos, además, siempre debe colocarse en posición vertical.
Algunos expertos aconsejan el orden clásico, es decir, del vino más ligero al más potente. La razón es que sería desafortunado empezar por un vino muy potente y seguir con uno más delicado puesto que no se apreciarían todas las notas del segundo. El orden clásico sería el siguiente:
a. Vino espumoso o cava
b. Vino blanco joven
c. Vino blanco intenso o vino tinto joven
d. Vino tinto intenso, con más estructura.
e. Vino de Jerez (exceptuando el fino y la manzanilla, que se suelen servir con los aperitivos)
f. Vino dulce
También se podría empezar con un tinto joven y terminar con un blanco complejo y con barrica. Hay que romper mitos como que los blancos van con pescado y los tintos con carnes. Depende de qué blanco y de qué tinto. Es perfectamente posible acompañar una comida con un vino de Jerez; el amontillado, por ejemplo, resulta estupendo para acompañar un guiso de cordero o cochinillo asado.
Lo más interesante es que el vino armonice con los sabores de la comida y que estos sabores vayan de manera creciente.
Por esa razón, nosotros te recomendamos que pruebes nuestra gama de vinos Altanza que hará de tu comida o cena con tus seres queridos una experiencia para recordar.